No es la primera vez que pienso en lo maravilloso que podría ser casarse en el desierto. Que pudiésemos llegar en camello hasta allí y que los invitados nos esperaran dentro de una jaima para compartir el momento, todos descalzos, con el atuendo informal que requieren las dunas y el paisaje desértico. Nada de protocolos ni de ceremonias, simplemente pasar el día, comiendo, riendo y pasándolo bien. Un ambiente decorado como a nosotros nos gusta: farolillos, muchos farolillos para cuándo caiga la noche, varios kilims superpuestos sobre las dunas y un montón de cojines donde acomodarse. La comida, creo que sería genial presentarla en grandes tajines y bandejas de fruta fresca para la hora del postre… Sin duda, para mí, se trata de un entorno idílico para celebrar una boda, el único inconveniente es la lejanía de amigos y familiares…

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